abril 4

¿Hay alguna relación entre el yoga y religión?

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Las razones que llevan a los occidentales a practicar yoga son muy diversas. La gran mayoría lo hace para reducir el estrés y mejorar su salud general. El yoga, tiene raíces en el imaginario del hinduismo y a la vez, comparte determinados aspectos con la ciencia. Por esto, una misma disciplina complace una gran variedad de necesidades humanas.

Convertir al yoga en una práctica desvinculada del hinduismo no es una tarea sencilla, que tampoco ha tenido una trayectoria lineal en la historia reciente.

Las primeras alusiones al yoga por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) se dieron a finales de los años 60 y principios de los 70. El yoga fue descrito por la OMS en aquel momento como: “una práctica de medicina tradicional, equiparada a muchas otras, como el Ayurveda, algunos rituales de curación de grupos indígenas en la Amazonía y los sistemas de tratamiento de comunidades en África”.  Para entonces, estas prácticas se consideraban modelos de diligencia holística que también atendían a la dimensión espiritual de sus practicantes. A mediados de los años 80 hubo un cambio de visión del yoga por parte de la OMS que pasa a describirlo como una “técnica terapéutica”.  Además, señala la efectividad de los beneficios de la práctica y su comprobación a partir de ensayos clínicos. En este sentido, la ciencia intervenía como una mediadora de la posible idea de ‘desreligionalización’ de la práctica de yoga, abriendo espacio para convertirse en otra técnica de salud.

La importancia que ha adquirido el Yoga en el mundo occidental es tal que, en el año 2014, la Asamblea de las Naciones Unidas proclama oficialmente el 21 de junio como el Día Internacional del Yoga. Dos años más tarde, la Unesco declara el Yoga como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Aspectos que no guardan relación ninguna con un enfoque religioso de esta práctica.

Si nos remontamos al origen del yoga, unos cientos de años antes del nacimiento de Cristo, la cultura védica, que es el período que precede al surgimiento del hinduismo, adoraba al dios Sol a través de rituales, cantos y posturas físicas.  Sobre esto, en la escritura sagrada hindú, Sri Ishopanishad, hay un mantra pertinente que, según traducción de Joan Mascaró, dice:

«¡Oh, Sol, dador de vida, descendiente del Señor de la Creación, ¡profeta solitario del cielo! Derrama tu luz y aparta tu resplandor deslumbrante para que yo pueda contemplar tu forma radiante: este espíritu lejano que hay en ti es mi propio espíritu interior».

Indudablemente, el yoga su tiene orígenes en una cultura religiosa como la védica en la que adorar al Sol era uno de sus rituales diarios. Por esta razón, el tradicional ‘Surya Namaskara’ es el calentamiento en la mayoría de los estilos físicos derivados del Hatha Yoga. Visto por este prisma, es comprensible que muchas personas asocien el yoga con el contexto religioso del hinduismo.  Sin embargo, esto ocurrió hace tantos siglos que lo que practicamos hoy día en occidente, aunque también reciba el nombre de yoga es algo totalmente distinto y en gran medida desvinculado de sus orígenes religiosos. Hemos heredado la parte gimnástica y los beneficios de las prácticas mentales y el aspecto religioso ha quedado para unos pocos que desean profundizar en este otro ámbito de la práctica.

La controversia sobre el status del yoga como un fenómeno religioso, es cada vez más pequeña.  Ocurrió en California que una familia cristiana no se sintió cómoda cuando, en 2013, sus hijos tenían clases de yoga en su escuela. Los padres temieron que tales clases tuviesen un cierto ‘adoctrinamiento religioso’ por el tema de adorar al sol con el nombre ‘Surya’.   Dos años más tarde, la justicia americana sentenció que dichas clases no llevaban ningún matiz religioso y que, efectivamente, podían continuar siendo impartidas en la escuela.

Lo que la sociedad occidental entiende por ‘religión hindú’ es un mero reduccionismo. El hinduismo se configura como un fenómeno religioso que a la vez incluye una cultura, un estilo de vida, una organización social y familiar y un conjunto de ideas espirituales milenarias que preceden a la noción de religión institucionalizada. Todo esto es tan lejano a nuestra visión occidental que no se puede afirmar que influya en la práctica de yoga actual.

Efectivamente, el yoga sigue siendo un aspecto de interés creciente por parte de la población occidental y empieza a tomar un espacio notable en la sociedad de consumo. La explosión que el mercado editorial ha dedicado al tema, la estetización de la práctica por la industria cinematográfica y publicitaria en general y la oferta cada vez más amplia de escuelas de formación en la disciplina, son demostraciones de que lo que llamamos yoga actualmente en Occidente nada tiene que ver con un fenómeno religioso.   Paradójicamente, nos hemos ido al otro polo, transformado al yoga en un mero producto con un potencial mercadológico altamente vendible y explotable, chocando con su trasfondo tradicional espiritual como heredado de la cultura india. En cualquier caso, vivimos en un mundo moderno donde la tendencia es volvernos una sociedad cada vez más laica y en donde la palabra religión o cualquier asociación a esta es preferible que se mantenga lo más reducido o nulo lo posible.

En último lugar, independientemente de perspectivas más tradicionales o modernizadas de la posible laicidad o religiosidad de la práctica del yoga y su impacto en nuestras vidas, una cosa es unánime: todos buscamos mejorar como personas, viviendo la mejor manera posible dentro de nuestro mundo individual y social y el yoga se ha convertido en una poderosa herramienta para lograrlo.

Y para ti ¿hay alguna relación entre yoga y religión? Seas ateo o religioso, nos encantará saber tu opinión.



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